martes, 25 de junio de 2013

proverbio desterrado

distinto a los chancros sembrados
en el agua oscura donde flotan los pasos
muy parecido a los sinónimos usados para corregir
he quedado ahogado
recordando los hedores
convertidos en imploraciones
una aurora refleja un astro
a la vista de todo transeúnte
mientras mis ojos que se ahogan
-y todo lo demás de mi-
nadando en lagrimas
reptando en sueños
doliendo en fuerzas levantadoras
el papel que desempeña algo reflejado
negativo en el lecho de desaparecer
resplandeciente miseria
en avanzar
y retroceder
todo el peso de cada paso
a la vez ignorando y pateando
ahogando a un suicida
corrigiendo la irregularidad de la muerte

miércoles, 19 de junio de 2013

escozor

ella pensaba entonces nada más en sí misma,
imaginando con indiferencia
la eternidad sin inmortalidad…
Vladimir Holan - Eva

esas palabras, su connotación
y su destino, que dirías moviendo
violenta la cabeza
a un micrófono incrustado a tus ojos…
aun si conservas tu belleza
no la he distinguido aun
una herida abierta
picadura a un coloso
víctimas de un método de cicatrización
que he admitido
tiene el ardor del ozono...

lunes, 17 de junio de 2013

par de fragmentos de la Caída de Albert Camus



Mis relaciones con las mujeres eran naturales, sueltas, fáciles, como suele decirse. No me valía de ningún ardid, o únicamente de ese ardid ostensible que ellas consideran como un homenaje. Las amaba, según la ex-presión consagrada, lo cual es lo mismo que decir que nunca amé a ninguna. 
La misoginia me parecía vulgar y tonta, de manera que siempre juzgué mejores que yo a casi todas las mujeres que conocí. Sin embargo, al colocarlas tan alto lo más frecuente era que las utilizara en lugar de servirlas. [...]



[...] Sobre todo me creí obligado a frecuentar regularmente los cafés especializados donde se reunían nuestros humanistas profesionales. Mis buenos antecedentes hacían que naturalmente fuera bien recibido. Y allí, como quien no quiere la cosa, soltaba un buen taco: "Gracias a Dios", decía, o bien sencillamente: "Dios mío..." Ya sabe usted que nuestros ateos de café son tímidos como unos primeros comulgantes. Al enunciado de aquella enormidad seguía un momento de estupor, se miraban estupefactos, después estallaba el tumulto; unos escapaban fuera del café, otros cacareaban con indignación sin escuchar nada, todos se retorcían en convulsiones, como el diablo bajo el agua bendita.

viernes, 14 de junio de 2013

Cementerio judío de Federico García Lorca



 
Las alegres fiebres huyeron a las maromas de los barcos
y el judío empujó la verja con el pudor helado del interior de la lechuga.

Los niños de Cristo dormían,
y el agua era una paloma,
y la madera era una garza,
y el plomo era un colibrí,
y aun las vivas prisiones de fuego
estaban consoladas por el salto de la langosta.

Los niños de Cristo bogaban y los judíos llenaban los muros
con un solo corazón de paloma
por el que todos querían escapar.
Las niñas de Cristo cantaban y las judías miraban la muerte
con uno solo ojo de faisán,
vidriado por la angustia de un millón de paisajes.

Los médicos ponen en el níquel sus tijeras y guantes de goma
cuando los cadáveres sienten en los pies
la terrible claridad de otra luna enterrada.

Pequeños dolores ilesos se acercan a los hospitales
y los muertos se van quitando un traje de sangre cada día.

Las arquitecturas de escarcha,
las liras y gemidos que se escapan de las hojas diminutas
en otoño, mojando las últimas vertientes,
se apagaban en el negro de los sombreros de copa.

La hierba celeste y sola de la que huye con miedo el rocío
y las blancas entradas de mármol que conducen al aire duro
mostraban su silencio roto por las huellas dormidas de los zapatos.

El judío empujó la verja;
pero el judío no era un puerto,
y las barcas de nieve se agolparon
por las escalerillas de su corazón:
las barcas de nieve que acechan
un hombre de agua que las ahogue,
las barcas de los cementerios
que a veces dejan ciegos a los visitantes.

Los niños de Cristo dormían
y el judío ocupó su litera.
Tres mil judíos lloraban en el espanto de las galerías
porque reunían entre todos con esfuerzo media paloma,
porque uno tenía la rueda de un reloj
y oto un botín con orugas parlantes
y otro una lluvia nocturna cargada de cadenas
y otro la uña de un ruiseñor que estaba vivo;
y porque la media paloma gemía
derramando una sangre que no era la suya.

Las alegres fiebres bailaban por las cúpulas humedecidas
y la luna copiaba en su mármol
nombres viejos y cintas ajadas.
LLegó la gente que come por detrás de las yertas columnas
y los asnos de blancos dientes
con los especialistas de las articulaciones.
Verdes girasoles temblaban
por los páramos del crepúsculo
y todo el cementerio era una queja
de bocas de cartón y trapo seco.
Ya los niños de Cristo se dormían
cuando el judío, apretando los ojos,
se cortó las manos en silencio
al escuchar los primeros gemidos.



Poeta en Nueva York
(1929-1930)