miércoles, 22 de mayo de 2013

Roberto Juarroz, un par de poemas


Cada uno se va como puede.


Cada uno se va como puede,
unos con el pecho entreabierto,
otros con una sola mano,
unos con la cédula de identidad en el bolsillo,
otros en el alma,
unos con la luna atornillada en la sangre
y otros sin sangre, ni luna, ni recuerdos.

Cada uno se va aunque no pueda,
unos con el amor entre dientes,
otros cambiándose la piel,
unos con la vida y la muerte,
otros con la muerte y la vida,
unos con la mano en su hombro
y otros en el hombro de otro.

Cada uno se va porque se va,
unos con alguien trasnochado entre las cejas,
otros sin haberse cruzado con nadie,
unos por la puerta que da o parece dar sobre el camino,
otros por una puerta dibujada en la pared o tal vez en el aire,
unos sin haber empezado a vivir
y otros sin haber empezado a vivir.
Pero todos se van con los pies atados,
unos por el camino que hicieron,
otros por el que no hicieron
y todos por el que nunca harán.


Entre pedazos de palabras 


Entre pedazos de palabras 
y caricias en ruinas, 
encontré algunas formas que volvían de la muerte. 
Venían de desmorir. 
Pero no les bastaba con eso. 
Tenían que seguir retrocediendo, 
tenían que desvivirlo todo y después desnacer. 
No pude hacerles ninguna pregunta, 
ni mirarlas dos veces. 
Pero ellas me indicaron el único camino que tal vez tenga salida, 
el que vuelve desde toda la muerte hacia atrás del nacer, 
a encontrarse con la nada del comienzo para retroceder y desnadarse.




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